Estudiante de postgrado de la Facultad apoyará a futuras alumnas de carreras STEM
En un área históricamente masculina, las mujeres han tenido que luchar para cambiar paradigmas sociales. Estudiante de pregrado y cursa un magíster en la Facultad fue protagonista de esto, y hoy busca convertirse en una mentora integral para ayudar a las nuevas generaciones de mujeres a superar estos desafíos.
Francisca Tapia, estudiante de postgrado de Ciencias mención en Física, tuvo que enfrentar en su pregrado, además de la dificultad de su carrera, los desafíos de ser mujer en un ambiente cooptado por hombres. Con el objetivo de ayudar a actuales y futuras mujeres interesadas en carreras STEM (sigla en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) a superar estos desafíos que ella ya vivió, Francisca fue elegida para formar parte de la nueva Red Provoca, que busca formar monitoras integrales que puedan acompañar a las estudiantes en este camino.
La iniciativa, impulsada por la consultora Lidera Mujer, busca, en un programa de aproximadamente un año, entregar las herramientas necesarias a profesionales o estudiantes mujeres del área STEM para apoyar a futuras científicas a lograr sus metas. El programa, según la estudiante de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, no solo conlleva conectarlas como mentoras con sus futuras pares, sino que les aporta habilidades nuevas: “La gracia de estas mentorías Provoca es que no es solamente -ustedes ya estudiaron y basta con eso-, sino que nos están capacitando para ser mentoras”, explica.
Para su profesor guía y docente de la Facultad, Roberto Navarro, no fue extraña esta decisión: “De hecho, ella me decía que antes también había sido monitora, creo que había sido apoderada ayudando niños en materias relacionadas a las ciencias”, comenta al ser consultado sobre su alumna, a quien describe como -una empoderada-.
Y es por ese interés, y ya sin la carga académica del pregrado, que cuando Francisca vio esta oportunidad en redes sociales el año pasado, mientras postulaba a su magíster, dice “haber sentido el llamado e inscribirse”.
Aunque al principio no conocía los detalles de la experiencia, en poco tiempo comprendió los pormenores y propósitos de esta nueva red, que le mostró una realidad mucho más profunda de lo que conllevaba ser una mentora integral.
“Nos están enseñando muchas habilidades para que en un futuro seamos mentoras integrales. Uno cree que sabiendo un poco de física y de matemáticas puede explicarle a la gente, pero se necesitan varias herramientas para llegar a las personas y funcionar como un motor para ellas”, describe Francisca.
Pero no son solo habilidades, sino también es romper con paradigmas, entre ellos el de la existencia de un estereotipo único de mujer capaz de ser científica. “Una de las cosas que buscaban era distintas experiencias de vida. Más que solo este estereotipo de chica que le iba muy bien en el liceo, que era buena desde siempre, buscaban fomentar distintas experiencias para que las chicas nuevas se den cuenta de que hay un mundo de diferencias”, cuenta la licenciada en Ciencias Físicas.
Y es que los datos muestran que la brecha entre hombres y mujeres en la ciencia y la ingeniería es amplia. El estereotipo de la mujer científica es una demostración más de una realidad criticada por distintas partes de la sociedad. Según datos de la ONG Comunidad Mujer del año 2017, en Chile esta brecha comienza desde la educación escolar —con diferencias en los resultados entre hombres y mujeres en pruebas estandarizadas de Ciencias Exactas— y se confirma con la diferencia de matrículas de pregrado entre ambos sexos, llegando al 60% de hombres contra el 30% de mujeres en carreras como Ciencias Físicas, Astronomía o Estadística; e incluso llegando a una proporción de 97 hombres por cada 3 mujeres en algunas ingenierías.
Francisca confirma esta realidad relatando lo que ocurre después de la matrícula, según su experiencia personal durante su carrera. «Aparte de que de por sí entrabamos pocas, muchas desertaban porque sentían que no se la podían producto del peso de responsabilidades que solo tienen por el hecho de ser mujeres», señala; dice además que, por ejemplo, en su caso debió suspender sus estudios por la carga de ser madre —mucho mayor que la de ser padre—. «El primer año era la única mujer incluso», cuenta para ejemplificar la brecha, y agrega que, a pesar de haber tenido amigos, se sentía «extraña».
Y a pesar de que dice ver cómo esta brecha con el tiempo «se ha ido acortando» y que «antes era mucho más evidente», la existencia de iniciativas como la impulsada por LideraMujer son necesarias. En este contexto, Francisca define sus objetivos en esta experiencia a corto y mediano plazo: «Primero, capacitarnos para ser mentoras integrales y desarrollar habilidades. Segundo, estamos enfocadas en que las chicas que entren a carreras STEM no deserten, porque, si bien la mayoría de las organizaciones se centran en captar mujeres, la verdad es que lo más difícil es que se queden».
Porque, aunque haya diferencias en las visiones de solucionar el problema, como si se debe o no establecer una cuota de género en la academia obligatoria, tanto el profesor Roberto Navarro, como su alumna señalan tener la convicción que la brecha de género es algo contra lo que «hay que luchar» y que se debe solucionar. Para que así el egreso de profesionales del área STEM se base en las habilidades de razonar, deducir e innovar y no por las cargas y diferencias relacionadas con el hecho, para la investigación científica circunstancial e irrelevante, de haber nacido hombre o mujer.
Autor: Manuel Arias